
Francesco Schettino, el hombre al timón del Costa Concordia, decidió
la peligrosísima maniobra de aproximarse en exceso a la isla de Giglio
en deferencia al maitre del barco, Antonello Tievoli, y en homenaje también a Mario Palombo, un ex capitán de Costa Crocera ya jubilado que vive en la ínsula de marras.
Además, acercándose a aquel pedazo de tierra el capitán Schettino
cumplía con una supuesta tradición, ya que los cruceros que pasan por
esa zona tiene la costumbre de acercarse a saludar a los habitantes de
Giglio haciendo sonar la sirena del barco. Una maniobra que en jerga marinera se conoce como "la reverencia".
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